top of page

La  ciudad de los prodigios abarca el periodo , 1888-1929 (más bien se retrasa a los últimos meses de 1887), y se centra en la historia de Onofre Bouvila, de cómo llega a Barcelona con unos 11 años de edad, sin un céntimo en el bolsillo, de cómo con picardía va consiguiendo trabajos y contactos varios, y de cómo acaba convirtiéndose en uno de los personajes más influyentes y poderosos de la urbe, a menudo bajo sospecha.

 

El lector es casi siempre más o menos consciente del momento en que se encuentra, esto es, la novela se ve salpicada de fechas orientativas en las que está transcurriendo la acción. Diversos son los procedimientos  que utiliza el autor para introducirlas.

 

En La ciudad de los prodigios: los acontecimientos son relatados  por un narrador omnisciente en tercera persona, este narrador omnisciente se identifica con el cronista que relata desde el presente y no duda en aportar fuentes escritas de la época, cuando ello es necesario.

 

Siguiendo los datos que nos proporciona la novela, podemos descubrir cómo Mendoza se ha documentado vastamente para transferir a su novela un carácter de gran verosimilitud que los divide en siete capítulos, siguen un orden cronológico; las fechas, por tanto, se van sucediendo linealmente a lo largo de las páginas sin excesivos trucos temporales. El marco elegido es 1888-1929, años en los que se celebran sendas exposiciones universales en la ciudad y entre los que se encuadra la estancia del protagonista en Barcelona.

 

El relato se  inicia de la forma siguiente:

«El año en que Onofre Bouvila llegó a Barcelona la ciudad estaba en plena fiebre de renovación» (Mendoza, 1988: 9).

 

Y en  las últimas palabras del libro podemos leer :

 

«Después la gente al hacer historia opinaba que en realidad el año en que Onofre Bouvila desapareció de Barcelona la ciudad habíaa entrado en franca decadencia» (Mendoza, 1988: 394).

 

Las alusiones a las dos exposiciones universales inundan el inicio y el final de la novela, de tal modo que, además de servir de marco de la trama, la dividen internamente en dos, con una sección intermedia de transición.

 

La primera parte, en torno a la exposición de 1888, abarca los capítulos uno y dos, que quedan claramente delimitados por el acontecimiento.

 

La segunda, en torno a la Exposición de 1929, se corresponde únicamente con el capítulo 7 -el último-, con referencias como la que sigue:

«Fuera sonaban los cañonazos que anunciaban la llegada de los reyes al recinto de la Exposición» (Mendoza, 1988: 389).

La novela termina con la marcha de Onofre de la ciudad el mismo día de la inauguración, que se fecha el 19 de mayo de 1929.

 

Entre ambas partes discurren los capítulos tres, cuatro, cinco y seis, en los que se dibujan otros hechos de la época, lejos de mención alguna a las exposiciones.

 

 

bottom of page